«Los contextos de las palabras van almacenando la historia de todas las épocas, y sus significados impregnan nuestro pensamiento y se interiorizan. Y así las palabras consiguen perpetuarse, sumando lentamente las connotaciones de cuantas culturas las hayan utilizado» (Alex Grijelmo: La seducción de las palabras)

«Las sociedades humanas, como los linajes animales y vegetales, tienen su historia;
su pasado pesa sobre su presente y condiciona su futuro» (Pierre P. Grassé: El hombre, ese dios en miniatura)

20 sept 2009

La Chispa de la Historia

A pesar de que el ser humano mediante el proceso de civilización no sólo ha trastocado, para bien y para mal, su evolución biológica, sino que interfiere, normalmente para mal, en la evolución de las demás especies, la vida significa cooperación, colaboración, simbiosis.
Es cierto que también incluye a la muerte, según infinitas variantes que cien mil filósofos poetas y naturalistas ―funcionarios policiales aparte― han imaginado desde hace cinco o seis mil años. La llamada "cadena trófica" que va del minúsculo plancton marino al terrestre super-predador humano, y que es la manera como los científicos expresan «el pez grande se come al chico», ejemplifica la más simplista forma de transformación de muerte en vida.
Así, hace seiscientos millones de años unos organismos primitivos incrementaron progresivamente la eficacia de su reproducción y empezaron a diversificarse: una rama, a la que llamamos vegetales, consiguió alimentarse de la luz solar. Otra rama a la que llamamos animales, consiguió utilizar las propiedades bioquímicas de los vegetales, bien alimentándose de ellos, bien alimentándose de otros animales vegetarianos... Curiosamente, 'vegere', origen latino de vegetal y procedente a su vez del mucho más antiguo indú sánscrito 'vajah', significa animar, en reconocimiento comprobado de que son los vegetales los que mueven la vida. Así que vegetal vendría a ser "lo que anima". En cambio, animal sería "lo animado", en el sentido de "lo que respira", lo que exhala aire, pues viene de 'anima', derivado del sánscrito 'áni-ti' a través de griego 'anemos', significando soplo, aire, brisa, viento.
Entre sus diversos derivados ―animación, animosidad, ánimo o anemómetro, por ejemplo― figura uno muy especial, alma, el 'animus' latino.




ÍNDICE:

1. Explotación y Supervivencia
2. Supervivencia y Canibalismo
3. Luchando por la Energía








1. Explotación y Supervivencia En cualquier caso, lo que tenemos, de una manera voluntaria o conflictiva, es una simbiosis, una interrelación de dos vidas ―sea en rivalidad o en armonía, trátese de dos comensales más o menos equilibrados, del parásito y el parasitado o del predador y el devorado― realizadas de principio a fin en toda su plenitud. Así es la vida.
O así era la vida hasta que aparecimos nosotros, y a todos los sistemas existentes ―simbiosis, parasitismo, comensalismo―, y sobre todos los sistemas existentes, impusimos una nueva y definitiva forma de relación: la explotación. Explotar, entendido normalmente como un objetivo e imparcial "extraer de una fuente natural la riqueza que contiene", nos llega a través del francés 'exploiter', esquilmar.

Sin utilizar el criterio que Marx expuso en su "teoría de la explotación", expuesta en El Capital y semillero de una amplia y provechosa posterior filosofía política al respecto, nosotros adoptaremos un precioso concepto, espigado de dicha cosecha filosófica, que hace expresa referencia a las condiciones sociales y psicológicas implícitas en la explotación: aquí entenderemos por tal «la apropiación del esfuerzo de un individuo buscando mantener o aumentar su sumisión, con el fin de procurarse así la permanencia y el incremento de los beneficios derivados». Si bien vemos que lo básico de esta definición estriba en que la sumisiónsometer proviene del latín compuesto 'sub- mitte re', lanzar o arrojar hacia abajo― ha sustituido a la alienación. La explotación amasa el cemento que aglutina los diferentes materiales que forman los cimientos sobre los que se sostiene este paraíso terrestre que el hombre intenta edificar. O eso dice.

Aclaremos. Aunque lo parezca, explotar no tiene nada que ver etimológicamente con explosión a pesar de que se utilice aquel verbo en ambos sentidos a causa de la semejanza de las raíces de ambos términos. En latín, 'explosio' significaba abucheo, expulsión ruidosa de una persona. Curiosamente, 'explodere', o acción de abuchear, resulta ser un derivado compuesto ('ex-plodere') de 'plaudere', golpear con las manos, aplaudir. esquilmar, "agotar una fuente de riqueza", proviene del griego 'kyma', brote, aludiéndose por tanto a la destrucción hasta la raíz de un recurso natural.

Según el idealismo materialista, la actividad humana se orienta a una consciente y digna satisfacción de sus necesidades. Así, el sentido del trabajo radicaría en ofrecer al hombre la capacidad de producir libremente, con el goce correspondiente a la realización de sus obras. Es por esto, que la alienación del trabajo es la verdadera causa del resto de las alienaciones: política, ideológica, social o religiosa. La adquisición de esta idea estuvo directamente relacionada con el momento histórico en que nació: el apogeo de la revolución industrial y la miseria consecuente del proletariado.
No obstante, los constantes e imparables avances en tecnología informática y robótica están consiguiendo la eliminación de aquellos problemas mediante la eliminación del trabajo mismo. Para la siguiente etapa sólo queda un inconveniente residual a resolver: qué hacer con los ciudadanos que liberados de las cadenas del trabajo en cantidades crecientes se empeñan en sobrevivir. Eso sí: ya no se trata de un problema laboral, que en el fondo atañe a la ética. Solamente es un simple conflicto de orden público.

La etimología no parece desdecir tal filosofía del progreso, pues existe una interesante palabra que comparte raíz con Occidente, con ocaso y con asesinato, derivados todos de 'occidere', sucumbir, caer a tierra: se trata del término ocasión, de 'occasio /onis', oportunidad, circunstancia favorable: que culturalmente "muerte violenta" y "oportunidad favorable" estén tan íntimamente relacionados (omitamos asesinato por su matiz legal y socialmente condicionado) no puede ser más sugestivamente descriptivo acerca de la genética de nuestra civilización. Y Seguimos progresando.





2. Supervivencia y Canibalismo
Para los griegos la vida era un adjetivo, una propiedad de la materia, de la naturaleza, y por eso viene generalmente expresada como prefijo o como sufijo agregado a un sujeto: microbio. o vida pequeña, biosfera, o espacio con vida, biografía o descripción de una vida, biología o estudio de la vida, anfibio ('amphi'- ambos) o vida en ambos ambientes, antibiótico o eliminador de vida (bacteriana).Para los romanos, en cambio, la vida era una sensación global, un instinto: 'vita', la vida, es un derivado, una consecuencia de 'vivere', vivir, estar vivo, un verbo con múltiples efectos: vivienda, vivaz, vianda (de 'vivenda'), vivencia, supervivencia, vivificar, vívido, vivero...
Pero la vida es lo que es: como el aire, que corre entre puntos sometidos a distintas presiones atmosféricas con el ciego designio de igualar sus circunstancias. La explotación, por el contrario, procura hacer la diferencia entre seres humanos lo mayor posible. Ese es su frío y letal designio.

Al hilo de la rivalidad por un lugar bajo el sol, propia de toda naturaleza, alguien ha dicho que el cuerpo del otro es la cosa fundamental que el hombre se ha apropiado para obtener la energía necesaria para seguir vivo: primero devorándolo, después apresando ese cuerpo y utilizándolo de modo similar al que supuso el paso de la caza al rebaño, más tarde liberando al cuerpo pero quedándose con toda su producción física y mental (Jacques Attali: Historia de la propiedad). Es por eso que según este criterio se hable de una «apropiación caníbal» a la hora de referirse a la explotación del hombre por el hombre; quizá porque así ésta suena como un fenómeno más próximo a la naturaleza, es decir, más natural.

«Por más sorprendente que parezca, los descubridores de casi cualquier criatura antropoide fósil se han apresurado siempre a anunciar el hallazgo de pruebas concomitantes de «canibalismo». Luego, en la mayoría de los casos, los colegas del descubridor declaran insuficiente la demostración... que queda así fuera de debate. Los simios antropomorfos africanos (australopitecinos), el hombre de Pekín (Homo erectus), el del Neandertal y el del Cromañón fueron considerados por quienes los descubrieron aficionados a la carne de sus prójimos.

Se ha discutido durante años si nuestros antepasados se comían unos a otros o si la espeluznante interpretación habitual arroja más luz sobre la mente de los antropólogos que sobre el canibalismo prehistórico. Robert Broom y Raymond Dart, los paleontólogos surafricanos descubridores de muchos fósiles de australopitecos, pensaban que los huesos magullados y los cráneos perforados demostraban que descendemos de un simio predador que no se detenía ante los miembros de su propia especie.
Algunos años más tarde, el profesor Franz Weidenreich colaboró en la excavación de los restos del Homo erectus (el hombre de Pekín) en una cueva en China y observó que muchos cráneos estaban magullados por la base. Concluyó que aquella gente se comía el cerebro de sus compañeros; pero, luego, cambió de idea. En diversos momentos, otros expertos han pintado con el mismo color negro tanto al hombre del Neandertal como al primitivo Homo sapiens». (Richard Milner: Polémica sobre el canibalismo. (Del Diccionario de la evolución))

No es por un mero capricho que el canibalismo ha sido y es una práctica constatada tanto por los naturalistas primatólogos en los simios, como por antropólogos y paleontólogos en humanos y prehumanos. Y parece que se tardaron muchos milenios hasta poderle forjar a esta práctica el veto del tabú. Antes se tuvo que llegar al convencimiento de que una sociedad ―una tribu, un poblado, una comarca― que devora a sus semejantes está condenada a ser devorada tarde o temprano, quizá por sus propios miembros entre sí en un caso de penuria extrema. Mientras tanto subsistieron ambas formas de supervivencia: la cooperación con los integrantes de la propia tribu y la guerra con las tribus aledañas por la apropiación de las proteínas más asequibles de acuerdo a su precio en sangre... y siempre teniendo en cuenta que todo el mundo sabía que las proteínas más valiosas para el organismo humano, las que más satisfecho te dejan, pero también las menos asequibles ―no olvidemos que "querido" y "caro" son sinónimos― son las proteínas humanas.

Caníbal deriva de 'caribal' o "salvaje del Caribe", denominación dada por los descubridores españoles a los habitantes de las Antillas a la llegada de Colón, y que quedó como sinónimo de antropófago, término griego formado por 'ánthropos', hombre y 'éphagon', comer. Es cierto que en numerosas culturas se supone piadosamente que el "salvaje" piensa que al consumir el cuerpo de otro adquiere su valor, con lo que el pudibundo investigador moderno procura adjudicar al canibalismo un significado puramente ritual ―sublimando en cierta forma el asunto. También es verdad que eso mismo es lo que piensa cualquier cazador primitivo ―que adquiere la fuerza, la ferocidad o la velocidad del animal― al ingerir las piezas cobradas. En ambos sucesos no se desperdicia un ápice el valor nutritivo de la presa.

Pero también tenemos que matizar que el canibalismo bélico sólo era un subproducto habitual, aunque muy importante, de la guerra preestatal, es decir, de las universales reyertas entre aldeas antes de la aparición de los Estados creados en los valles fluviales del Indo, Tigris-Éufrates, Nilo o Rio Amarillo. Es decir, no se hacía la guerra generalmente para conseguir carne humana ―aunque sí en casos extremos, cuando no había otras proteínas ambulantes― sino para eliminar competidores en los cotos de caza o para conseguir hembras no consanguíneas. De momento sólo añadiremos que:

«Debemos reconocer que no ha sido sin el consumo de la carne como el hombre ha llegado a ser hombre; y el hecho de que, en una u otra época de la historia de todos los pueblos conocidos, el empleo de la carne en la alimentación haya llevado al canibalismo (aún en el siglo X, los antepasados de los berlineses, los veletabos o vilzes, solían devorar a sus progenitores) es una cuestión que no tiene hoy para nosotros la menor importancia.» (F. Engels: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre).

En cualquier caso, no sería hasta más o menos el quinto milenio, con la instauración en el mundo de los primeros Estados ―como consecuencia de la aparición de la agricultura y sus consiguientes excedentes cerealísticos en esos escasos pero amplios valles fértiles de China, India, Mesopotamia y Egipto―, que los prisioneros de guerra se hicieron más rentables como mano de obra esclava, necesaria para la construcción de fortalezas, palacios, templos y murallas ―para la edificación de la Civilización― que como carne comestible. Así funciona el Progreso.





«Debemos reformular la segunda ley de la termodinámica de la siguiente manera: "la vida aborrece, odia, los gradientes". Un gradiente es la diferencia científica que se puede medir a través de una distancia. Y cuando surgen estas diferencias, y lo permiten los imperativos reinantes, se pueden dar sistemas complejos que se forman espontáneamente y que son cíclicos.
La vida, constatamos, es otro sistema complejo que también es cíclico, pero esta vez los ciclos son químicos en vez de ser físicos. Podemos estudiar el entorno de la vida, que no se parece en nada a una pequeña caja aislada, sino que se desarrolla a través del universo, y éste está abierto y utiliza la energía solar. La diferencia que se puede medir entre el sol caliente, una energía solar de alto poder, y el espacio vacío, oscuro y frío: eso es lo que está utilizando la vida.
La vida se alimenta de ese gradiente y produce polución y residuos, y se hace más compleja, de la misma forma que un tornado. Y de la misma manera que la función del tornado es disipar y destruir los gradientes barométricos medioambientales, también se puede decir que la función de la vida es eliminar el gradiente electromagnético o solar» (Lynn Margulis, catedrática de biología U. Massachussets)






3. Luchando por la Energía
Dejaremos aquí tan escabroso asunto para continuar que, venga de donde venga el alimento, éste es el combustible de nuestras mitocondrias, hilo cartilaginoso (de 'mítos', hilo, y 'khóndros', cartílago), que son el generador de energía de la célula, y eran hace unos dos mil millones de años bacterias libres que luego quedaron rodeadas por otras células que finalmente dieron origen a las actuales. Mitra, cinta para ceñir la cabeza, tendría el mismo sentido y origen.

No confundir con mito, fábula, leyenda, palabra que no se acuña hasta finales del s.XIX, y que deriva del griego 'mythos', el cual padece una peligrosa vecindad con 'mystikós', relativo a los misterios religiosos.
Y ¿anecdótico?: El magnífico óvulo humano tiene un gran citoplasma que contiene unas 100.000 mitocondrias; sin embargo, el pobre esperma sólo tiene unas pocas. Por lo tanto, en la fertilización, todas las mitocondrias provienen de la madre. De hecho, el generador de energía de las células se hereda de la madre y no del padre.

Tratando sobre este tema de manera abstracta y objetiva, los biólogos describen dos tipos fundamentales de convivencia en la naturaleza: una es la simbiosis es palabra griega compuesta por 'syn', junto con, y 'bíos', vida. Otra, el parasitismo. En Grecia, parásito ―'parasitós' una palabra formada por 'sitos', comida, propiamente trigo, y 'para', junto a, al lado de―, era simplemente el comensal, el huesped.

En Roma, ocurría que «...el aristócrata al atardecer solía ir a las termas donde, además de tomar un baño de vapor y jugar una partida de pelota, buscaba un "compañero de cena profesional", al que se denominaba 'parasitus', individuo que, a cambio de una cena gratuita, ponía al corriente a su anfitrión de de las novedades y cotilleos, o le entretenía con historias divertidas al tiempo que le reía todas sus gracias». (C. I. A. Ritchie, Comida y civilización).
Nada nuevo bajo el sol: la política era un cotilleo prohibido; los emperadores sospechaban siempre, del pueblo en general y de la aristocracia romana en particular ―no otros podían permitirse disfrutar de los parásitos―, siempre dispuesta a conspirar contra ellos.
Y de Roma, este concepto de parásito pasaría a la zoología y la botánica como "organismo que vive a expensas de otro". Y también pasaría de Roma a la herencia cultural occidental como el sistema más noble de existencia. Así describe Marcial, con nombre incluido aunque enmascarado en la burla ―Filomuso sería algo así como inspirado, amante de las musas―, la subsistencia de un parásito típico:

«He aquí el medio que empleas, Filomuso, para ganarte un convite; imaginas noticias y las dices como si fueran verdaderas. Estás al corriente de la deliberaciones sostenidas por Pacoro en el palacio de los Arsácidas; sabes los efectivos con que cuentan los ejércitos del Rin y de Sarmacia; descubres las palabras del rey de los Dacios, que dio por escrito; ves el laurel de la victoria antes de que llegue a Roma; sabes cuantas veces la hosca Siene ha sido mojada por el Júpiter de Paros; sabes el número exacto de los barcos que parten de las orillas de Libia; qué frente será honrada con el olivo de la ciudad de Alba y a quién el padre de los dioses reserva la corona.
Da descanso a tus mentiras; hoy comerás conmigo pero con una condición: que, Filomuso, no cuentes nada nuevo».


Vale

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Esta aventura es una exploración de las venas vivas que parten del pasado y siguen regando para bien y para mal el cuerpo presente de esta sociedad occidental... además de una actividad de egoísmo constructivo: la mejor manera de aprender es enseñar... porque aprender vigoriza el cerebro... y porque ambas cosas ayudan a mantenerse en pie y recto. Todo es interesante. La vida, además de una tómbola, es una red que todo lo conecta. Cualquier nudo de la malla ayuda a comprender todo el conjunto. Desde luego, no pretende ser un archivo exhaustivo de cada tema, sólo de aquellos de sus aspectos más relevantes por su influencia en que seamos como somos y no de otra manera entre las infinitas posibles. (En un comentario al blog "Mujeres de Roma" expresé la satisfacción de encontrar, casi por azar, un rincón donde se respiraba el oxígeno del interés por nuestros antecedentes. Dedico este blog a todos sus participantes en general y a Isabel Barceló en particular).